martes, 25 de diciembre de 2012

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No es lo mismo ser pisado que dejarse pisar.
No es lo mismo agarrar que abrazar.
Fue el jardín una zona de ocio y peligro.
Todavía no había rosales que ocultaran abejas traicioneras ni vengativas piedras que esperaran la caída de una hamaca.
Desconozco el porqué de sólo dos sonrisas en una foto de cuatro.
Todavía recuerdo el olor a hierba y el tacto del césped bajo mis pies.
También recuerdo el sombrero como esterilla. Era para mí una montaña. Un volcán de tela que señalaba quién era el jefe del clan.
Siempre deseé llevarlo.
Nunca me atreví.

Ahora ya no nos sentamos sobre ti.
Ya no nos agarramos por el cuello.
Ya no tenemos el gorro montaña.
Pero sonreímos los cuatro.


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